JUAN MANUEL MORALES.
R oma, existe en Benamejí, por muy grandilocuente que resulte, como se descubrirá en su Museo, con la exhibición por ejemplo de las bellas jóvenes romanas en terracota encontradas en El Tejar. Y a lo largo de nuestra historia, Roma no dejó de existir aquí. Si el panteón de Agripa en la ciudad eterna eleva aun su majestuosa cúpula de casetones, el palacio de Benamejí hacía lo mismo con la que Hernán Ruiz II levantó sobre su escalera principal, inspirándose en la anterior.
El Renacimiento toma a Grecia y Roma como modelo clásico a imitar. El mismo frontón de la fachada renacentista de la iglesia revive los frontones de los templos clásicos. Y en la misma iglesia, la preciosa Virgen con niño del XVI que perteneció a Diego de Bernuy, como descubrió JM Arjona tras estudiar su inventario y nos sugirió Jesús Romero, parece una griega ataviada con tocado clásico y diadema, ocultos ahora bajo la corona.
El siglo XIX, vuelve a rendirse a la antigüedad clásica, con el estilo neoclásico y el historicismo y, aunque algo más tarde del periodo oficial, llegó sin duda a los lugares pequeñitos como este. Son de una delicadeza y espíritu culto admirable las liras de un balcón de una casa de calle Aguilar esquina con la Grieta; un símbolo de la cultura y de la música. El otro de los balcones que mostraba la misma fachada, existe, aunque utilizado ahora de cercado en el interior de la cochera de la misma casa… Es fundamental que se conserve por favor… Es espectacular el mascarón alado o Hipnos (dios romano del sueño, como el de Almedinilla) del portón de Antonio Arjona (hoy en el Museo tras la destrucción de su casa). Son gloriosas, elegantes, silenciosas, las palmetas que flanquean los balcones de la imponente casa de “La Jueza”, hoy de Rosario Crespo, en calle Aguilar. Portan también palmetas los sillones procedentes de la Casa Capitular, con acróteras en las esquinas como los templos griegos, hoy con originales en el Museo de la Duquesa y una réplica para el Museo de Benamejí. Y encontramos otra palmeta en unas puertas de calle José Marrón. La misma flor de los portones de Benamejí, es un guiño a ese elemento que remataba los templos griegos y que quería traer el sol, los rayos de la divinidad al hogar. Por otro lado, en la misma calle, una cenefa griega recorría toda la fachada de una casa, y aún existe bajo la pintura actual.
Lo más refinado que encontramos y emocionante por su riqueza y profundidad de conocimiento, es la exhibición de mitología clásica de dos zócalos de calle José Marrón, que muestran Pegasos, sátiros, medallones con perfiles, la lechuza de la diosa Atenea -símbolo de la sabiduría-, angelotes con liras, faunos, ninfas, y cenefas griegas, guirnaldas, jarrones flamígeros y cornucopias,… Son dos zócalos verdaderamente asombrosos. Pienso que se debieron de traer de las ricas alfarerías de Triana.
En los Años 40 del siglo XX, se revive el gusto por el renacimiento, como descubrimos con artesanos locales como el genial Antonio Martín, muy documentado -conservamos sus manuales para el Museo- que talló unos perfiles, eco de los de las monedas romanas, muy del gusto del Renacimiento y de moda de nuevo en esa década, fruto en parte de la admiración del Régimen por la estética del Renacimiento español y ensalzamiento del imperialismo. Están en una casa historicista preciosa de calle Iglesia.
Y estando en estas fechas de cuaresma, no dejemos de citar las singulares indumentarias populares de romanos, de gran valor etnográfico, de la Semana Santa antigua de Benamejí, que se conservan dormidas en algunas casas. Y aunque no sea de talla, es majestuosa la impronta del romano de la Verónica. Además, el propio Antonio Martín creó y nos legó todas las tallas populares del trono del San Juan, una particular visión de la Jerusalén romana.
Todos esos elementos deben cuidarse y respetarse, pero las casas donde están también, por favor. En griego clásico Nike significa victoria: Nike por este legado que nunca debemos perder.