Frozen. CUENTO DE INVIERNO

Teresa Cabello Ruiz
De la misma manera que la Navidad no se concibe sin turrón, villancicos y reuniones familiares asociadas a banquetes pantagruélicos, tampoco sin películas infantiles. Aunque existen varias ofertas en la cartelera, los espectadores perezosos pueden decantarse por otros títulos disponibles en dvd e igualmente interesantes. Uno de ellos es Frozen, el reino del hielo (C. Buck y J. Lee, 2013), una nueva producción de Disney que recibió dos óscars el pasado año: mejor película de animación y mejor canción. Esta reinterpretación del cuento La reina de las nieves de Hans Christian Andersen se centra en la relación entre dos hermanas: las princesas de Arendelle. La mayor de ellas, Elsa, de carácter serio, responsable y solemne, posee el don de helar aquello que toca, un poder que la confinará al ostracismo y que desencadenará un extremo invierno sobre el reino. Por su parte, la menor, Anna, espontánea, divertida e imperfecta, será la encargada de restablecer el orden en Arendelle además de en el corazón de Elsa.
Quienes dejaron de creer en Disney pueden verse sorprendidos por las virtudes de Frozen. Las arquitecturas palaciegas demuestran tanto el pleno conocimiento del estilo artístico escandinavo –y no escandinavo, he ahí las citas a las vistas nevadas de Brueghel el viejo o a El columpio de Fragonard en la excelente colección pictórica del palacio real− como la vigencia creativa de la productora, que además de concebir un edificio regio de hielo con solvencia, recrea e idealiza el paisaje invernal de tal modo que Noruega, el lugar de la acción, jamás pudo soñar con una mejor publicidad que la ofrecida por esta película. Escenografías aparte, Frozen destaca por la compleja personalidad de Elsa −reina exiliada pero libre al fin−, la crítica al amor fou y la exaltación del amor verdadero. Y aunque esto último les resulte familiar, no se dejen llevar por las apariencias, ni siquiera durante el desarrollo de la película.
Magia, princesas que toman sus propias decisiones, persecuciones en trineo, renos que semejan perros, golems nevados, demostraciones de amor, supuestos monstruos que no lo son tanto, traidores en la sombra y muñecos de nieve que sueñan con el verano. Todo ello lo encontrarán en esta película de aventuras, fantasía, intriga, humor y música –tranquilos los que no gusten de musicales, sólo lo es en su primera parte−. Si después de verla sienten un deseo presuroso de hacer un muñeco de nieve al ritmo de las canciones de Elsa o Anna, no se preocupen, es el efecto Frozen, disfrútenlo.

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