El panteón familiar de los Bernuy, señores de Benamejí

JUAN MANUEL ARJONA BUENO. Hasta las normativas de salubridad sobre la construcción de cementerios públicos fuera de los cascos urbanos, dictadas por Carlos III en 1787 y las medidas propulsadas por su sucesor Carlos IV en 1805 para activar estas edificaciones, la exhumación de los fallecidos se realizaba en los panteones comunes de parroquias, conventos e iglesias; generalmente en los patios o en terrenos anejos. Sólo los patronos de esas iglesias, los benefactores de los conventos, dignidades eclesiásticas, fundadores de capellanías y otras personas de importancia tenían derecho a que su cuerpo fuera enterrado en el interior de los templos.
En Benamejí el primer cementerio público se puso en uso en 1817 a iniciativa de Mª del Carmen Aguayo, como tutora de su hijo Francisco de Paula de Bernuy, VIII marqués de Benamejí; estaba esta necrópolis en las inmediaciones de donde ahora se ubica la piscina municipal. El actual camposanto data de 1910.
Diego de Bernuy Orense, fundador y primer Señor de Benamejí, patrono general de todas las iglesias y ermitas de su estado (nullius Diócesis) y promotor de la iglesia, hoy parroquia , en su testamento de 21 de julio de 1563 otorgado en Burgos, donde murió, dijo: “… y mando que ni en la Capilla Mayor de la dicha iglesia ni del crucero adentro se pueda enterrar persona alguna sino fuere deudo (Pariente) o descendiente mío o de los que fueren sucesores de la dicha Villa e sus mujeres; y que se haga en la dicha Capilla un carnero (Panteón familiar) y desde hecho que se lleven mis huesos y los de la dicha doña Guiomar para que perpetuamente queden enterrados en ella. Encima del cual carnero se ponga mi sepultura y de la dicha doña Guiomar Barba, mi mujer, al parecer de mis cabezaleros (albaceas), en manera que no embarace a la dicha Capilla ni estorbe al servicio del culto divino”.
Demuestra Diego de Bernuy, con esta manda, el mucho amor, e interés que tenía por su incipiente villa de Benamejí. Él poseía sarcófagos privilegiados en el Altar Mayor de la iglesia del convento de San Francisco de Burgos, donde estaban sus padres; se había reservado el de la Capilla Mayor del Hospital de de la Concepción de Burgos, hospital que había donado, un año antes, a la Cofradía de la Concepción para cuidado y atención de enfermos pobres; en el Monasterio de Santo Domingo de Ávila, que también patrocinó; en el convento de San Francisco de Medina del Campo, del que fue su benefactor; y en otras iglesias que no enumeramos. Decide, sin embargo, que sus restos sean trasladados al Presbiterio de una iglesia que, aunque había dotado, todavía no se había comenzado a construir.
Una pregunta que nos hacemos es: ¿Cumplió su hijo con los deseos de su padre y trajo sus restos a la parroquia de Benamejí?
La respuesta es sí. Está aquí en Benamejí y su hijo, Diego de Bernuy Barba, también; lo dejó mandado en 1577 desde Valladolid donde falleció: “Es mi voluntad que mi cuerpo se deposite en el monasterio del señor San Pablo…de Valladolid,…para que consumida la carne de los huesos sean llevados a la dicha mi villa de Benamejí a mi entierro.” Llegó en junio de 1581 en un ataúd de madera guarnecido de acero.
Isabel de Mendoza, nuera del fundador y mujer del anterior, es la que nos dice que sus familiares están en Benamejí; lo indica en su testamento de 31 de enero de 1612 otorgado en Madrid: “Ítem pido, ruego, y encarecidamente encargo y siendo necesario mando a mi hijo el Mariscal de Alcalá, don Iñigo de Bernuy, que con la mayor brevedad que pueda lleve mi cuerpo, de la parte donde estuviere depositado, a la su villa de Benamejí y le junte con el de su padre el Mariscal, mi marido y señor, y con los demás cuerpos de mis hijos y suyos y con los de sus padres, que todos están juntos en la dicha su villa.”
La señora doña Isabel de Mendoza también nos deja constancia del empeño y tesón para que sus restos vinieran a Benamejí, pues insiste con cuatro mandas en una: pidiendo, rogando, encarecidamente encargando y siendo necesario mandando. No hay duda que quería asegurar que su hijo cumpliera lo escrito.
Ana de Mendoza, nieta del fundador e hija de Isabel de Mendoza, en 1636 nos corrobora lo que dijo su madre: “Ítem mando que mi cuerpo sea sepultado en la iglesia mayor de la villa de Benamejí en la sepultura de mis padres y abuelos con licencia de su señoría el Sr. Mariscal, mi hermano,…”.
Otra cuestión que nos planteamos, no menos importante: ¿En qué lugar de la parroquia están depositados?
Recurramos, de nuevo, al testamento del fundador de Benamejí Diego de Bernuy Orense; leyendo, entre líneas, la manda antes citada: “y que se haga en la dicha Capilla (Capilla Mayor o Altar Mayor) un carnero (Panteón familiar subterráneo, o criptas) … Encima del cual carnero se ponga mi sepultura y de la dicha doña Guiomar Barba, mi mujer, al parecer de mis cabezaleros (albaceas), en manera que no embarace a la dicha Capilla ni estorbe al servicio del culto divino”.
O sea, manda construir los sarcófagos familiares, pero que él y su esposa vayan encima, en el Presbiterio o Altar Mayor, donde no estorbe a los cultos. Estamos seguros que su hijo, tan opulento, depositó sus restos y los de su madre en ataúdes ricamente adornados que se colocaron en el Altar Mayor en el lado del Evangelio.
Una de las dignidades eclesiásticas, querida y apreciada por doña Isabel de Mendoza, está junto a ellos. Leamos lo que dice su acta de defunción de 1590: “…el muy Reverendo y Venerable Sacerdote, el Licenciado Juan Guerrero, Vicario que fue de la iglesia de esta villa…y Comisario del Santo Oficio de la Inquisición de Córdoba, cuyo cuerpo está enterrado en la dicha iglesia, que ahora hay en esta villa, dentro de la Capilla Mayor del Mariscal y Señores…”. Al margen del folio dice una nota: “Junto al púlpito debajo del arco del lado del Evangelio”.
Don Luís Fernández de Córdoba, esposo y primo de Ana de Mendoza y yerno de Isabel de Mendoza, falleció en Benamejí en 1597, en su acta se lee: “…se depositó su cuerpo en la iglesia parroquial de esta Villa en la Capilla Mayor y debajo de la tumba de los señores de ella…”
Beatriz de Antonio, esposa del IV Señor, Juan de Bernuy y Quesada, lo deja aún más claro en 1661: “Ítem: Mando que cuando la voluntad de Dios, Nuestro Señor, fuere de me llevar de esta presente vida mi cuerpo sea sepultado en la Iglesia Mayor de esta villa, en el hueco del Altar Mayor de ella, donde está enterrado el dicho don Juan, mi señor y marido, y don Juan de Bernuy, mi hijo”.
El enviado de Pascual Madoz confirma lo dicho cuando visita Benamejí en 1848 para redactar el informe que luego se incluyó en su famoso “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España …”; escribiendo: “por esta capilla (Está hablando de la Capilla Sacramental o Sagrario) se entra en el panteón de los marqueses de la villa que está colocado en medio de ésta (entre ésta) y la Capilla Mayor (Altar Mayor) … sirviendo la bóveda del panteón de pavimento (de suelo) a una espaciosa tribuna destinada a los Sres. Marqueses”. La tribuna estuvo, hasta bien entrado el pasado siglo, en lo que ahora es el camarín de la virgen del Carmen.
En resumen: Los restos de los primeros Señores, después Marqueses, están en el espacio que hay a los pies de la virgen del Carmen y los hijos no sucesores, demás familiares y algún eclesiástico en las criptas subterráneas colocadas debajo del Altar Mayor y crucero. El panteón familiar tuvo su entrada, hoy cegada, por el mismo Presbiterio con escalera de descenso, tapada con una losa de piedra con sus anillas de hierro para poderla abrir y con sus respiraderos o ventilación por los patios de la sacristía.
Continuar la labor de desescombro de las criptas, recuperarlas y descubrir los féretros de los primeros Señores de Benamejí, sería una labor que daría a nuestra parroquia un valor añadido al rico patrimonio que ya posee.
Nos intriga cómo serán las urnas funerarias del acaudalado Diego de Bernuy Orense y la de su esposa Guiomar Barba, la de su hijo Diego de Bernuy Barba con su guarnición de acero y la de su mujer Isabel de Mendoza. ¿Serán parecidas a la de su hermana la princesa de Éboli?

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