CARMEN APARICIO.
Este artículo hoy va dedicado a las personas que, con mucho esfuerzo, quieren perpetuar el amor hacia un vino que poco a poco se está apagando. Cuando haces de tu pasión un trabajo, te vuelve exigente y muy observador. Encontrar a personas que conoces de toda la vida con su catavinos en la mano y hablando de cuál será su próxima visita a tierras de Montilla – Moriles te despierta una sonrisa y de una forma disimulada te vas acercando para que te hagan hueco en su interesante conversación.
No hay mejor forma de aprender que escuchar a los que saben y no siempre son personas formadas para ello, pero sí que han bebido ya lo suyo y saben de lo que están hablando. Un día cualquiera entré en un lugar conocido por todos nosotros, El Mesón Puerta del Convento, y pude participar en una alocada conversación entre Pablo y dos Cristóbal. Evidentemente no se me iba a ocurrir pedir un refresco, para poder participar pedí un medio de vino fino, vino servido de las botas de Pablo de su propia crianza. Mi desconocimiento pecó en preguntar de dónde venía el vino y eso provocó una conversación, Pablo me explicó que las botas que tenía en su bodega no eran de adorno sino que estaban criando el vino que yo tenía en mi copa. Si bajas las escaleras hasta la bodega, ya huele a tiempo y a tierra. En esas botas se cría un vino fino donde pude apreciar esos intensos aromas a frutos secos como la almendra, tan característicos en el fino, las notas de corteza de pan, además de su PX dulce del que os hablaré en los próximos párrafos. Pablo, al que conozco desde hace muchos años, es un enamorado de los vinos en general y de los D.O Montilla – Moriles en particular, con el que me podría pasar horas y horas hablando de vino y de matices. Él sin saberlo está haciendo una labor necesaria en estos tiempos y es recordar a sus clientes que nuestros vinos generosos son únicos en el mundo y que si no los defendemos acabarán perdiéndose y sería una trágica pérdida. Es curioso que asociemos estos vinos a personas mayores y no busquemos por qué los beben. El vino generoso fuera de nuestro país es un producto de valor incalculable, pero como todas las obras de arte no viaja demasiado bien y eso es un inconveniente a la hora de hacerlo llegar a cualquier parte del mundo. El vino fino debe beberse tal y como se hace en El Convento, recién sacado de su bota, dónde se ha ido criando bajo el velo en flor. Os invito a que le deis una oportunidad a un vino que realmente es un fino y no lo que circula por romerías y ferias: tendréis otro concepto diferente de lo que son los vinos de Montilla Moriles. Os invito a que un día os sentéis con alguien que lo esté tomando y le preguntéis por qué lo hacen y os sorprenderéis y posiblemente podáis ver este vino con otros ojos. El vino fino de Pablo se puede acompañar a la perfección con cualquier plato preparado por Dolores, es un vino que marida perfectamente con entrantes tanto sean quesos, embutidos, chacinas o verduras de temporada. Y si queréis terminar la comida os propongo su PX como plato único de postre. Su color caoba intenso, su lágrima de pierna ancha, sus aromas a pasas, miel, azúcar de caña, pan de higos y su intensidad en boca será el broche perfecto de una comida rodeada de buenos amigos. La mayoría de las veces pasamos por la vida sin mirar a los lados, sólo miramos hacia adelante o en estos tiempos hacia abajo mirando el móvil y perdemos la ocasión de descubrir productos y lugares que tenemos ante nuestros ojos. Perdemos la ocasión de conocer de primera mano joyas gastronómicas que están a nuestro alcance y que nos harían presumir de ellas en cualquier lugar del mundo. Para, observa y descubre y si es de la mano de personas que de una forma totalmente gratuita quieren mantener las costumbres que nos hacen diferentes, mejor que mejor. Esta vida te da la posibilidad de hacer muchas cosas a lo largo de su recorrido, no te pierdas muchas de ellas por no querer arriesgarte.