José Arias.
Sobre las cinco de la mañana del domingo desperté sobresaltado creyendo oir el eco de sus canciones, y temiendo llegar tarde, en pocos minutos me encontré en medio del paseo, donde reinaba un absoluto silencio.
Busqué el programa y pude comprobar que me había levantado demasiado pronto.
Como hacia buena temperatura y no era cosa de volverme a la cama, me senté en un banco a esperar, y mientras tanto, en el silencio, intenté rememorar mi colaboración con
la guitarra en la Aurora alrededor de los años cincuenta, es decir, hace sesenta años.
Pasaron por mi mente casi todas las personas que formaban la Aurora de entonces en la que yo era el mas joven.
Entre otros recordaba a:
Frasquito Gómez Linares (el nuestro) que se encargaba de llamamos a cada uno casa por casa y a su domicilio donde nos juntábamos.
Rafael Royón Gómez, que cuidaba la botella del aguardiente cuyas copillas templaban la garganta y las manos a mas de uno en aquellas frías madrugadas.
Frasquito Velasco Jiménez (el de BIas) ya D. José Maria Gómez del Pino con sus violines.
Antonio Carnerero ya José Escobar Sánchez con las guitarras o laúdes.
Agustín Labrador Aguilar (portales) con su acordeón, Luís Pinto García con las campanillas o el triángulo y un buen puñado de acompañantes que hacían la voz.
Inmerso en estos recuerdos de mi juventud recé por todos ellos, ya desaparecidos, y que seguramente como creyentes y devotos de la Santísima Virgen contemplarán contentos, desde allí arriba, a los nuevos Auroros mantenedores de la bonita tradición que ellos tanto amaron.
Llegada la hora, me impactó verlos aparecer magníficamente ataviados con sus sombreros y hermosas capas, y mucho más, al contemplar su juventud que da garantía de supervivencia a esta tradición cristiana de nuestro pueblo LOS AUROROS a los que felicito por su reorganización y a la que pertenezco como socio.
