La crónica negra de Benamejí tiene uno de sus hitos más destacados a finales del mes de junio de 1887, fecha en la que tuvo lugar un sucedido sumamente pintoresco que reúne caracteres propios de la España profunda y el drama de Lope.
En íntima comunión con lo anterior cabe destacar el secretismo impuesto en la provincia que parece deducirse del estudio de las circunstancias que rodean al hecho pues, si bien las nuevas se recogen en diarios de tirada nacional de Madrid o Barcelona, usan éstas como primera fuente informativa un telegrama remitido por el gobernador de Sevilla y no del de Córdoba como hubiera sido más propio esperar; por demás, la prensa de la capital da publicidad al asunto de forma tardía, máxime teniendo en cuenta la proximidad geográfica.
“La Iberia” de Madrid lanza al foro la noticia el día 27 de junio sin ofrecer pormenores: “Según telegramas recibidos en Sevilla, días pasados fue herido gravemente, en casa del alcalde de Benamejí, el jefe del puesto de la Guardia civil de dicho pueblo. No se tienen más detalles del suceso”. “La Dinastía” de Barcelona explica el día 30 que la noticia se ha conocido por telegrama remitido por el gobernador de Sevilla, que el guardia civil sufre cinco heridas de consideración, y que el capitán general de Sevilla, considerando la gravedad del hecho, ha salido inmediatamente con destino a Benamejí”.
Finalmente, en la noche del 27, el gobernador civil de Córdoba informa mediante telegrama de la historia al detalle. La crónica más completa aparece publicada en “la Iberia” del 29 de junio:
EL CRIMEN DE BENAMEJÍ
Hace días publicamos la noticia de haber sido herido gravemente en Benamejí el alférez de la Guardia civil de aquel puesto D. Mariano Ruiz Ganlludo.
Hasta la fecha no se tenía más detalles del suceso que, según refieren los periódicos de Córdoba llegados hoy, ocurrió de la manera siguiente:
En la tarde del día 25 tuvo conocimiento el Sr. Gandullo de que en la mencionada villa de Benamejí se había instalado una partida de ruleta, y desde luego adoptó la determinación de impedir que se siguiera jugando, para lo cual hizo las gestiones que le parecieron convenientes en cumplimiento de su deber; pero el alcalde de la población, al saber lo hecho por el oficial del benemérito instituto, desaprobó su conducta y hasta le increpó duramente a la puerta de un establecimiento público, donde ambos se encontraron, faltándose mutuamente de palabra.
Dicha autoridad concluyó por ordenar al oficial que se retirara inmediatamente, a cuya intimación obedeció éste al punto.
Pero a eso de las once de la noche, el Sr. Gandullo, acompañado del notario público, se dirigió a casa del alcalde con objeto de pedirle satisfacción. Recibióle el alcalde afablemente, y estaban en conversación amistosa, cuando, abriéndose de repente las puertas de una sala vecina, penetraron dos sujetos, que resultaron ser hermano y cuñado del alcalde, y, sin otro preámbulo, se acercaron al oficial, disparándole a quemarropa dos tiros de pistola en el pecho.
No contentos con esto, uno de ellos sacó además una navaja, infiriéndole con ella multitud de heridas, y allí le hubieran rematado aquellos infames, que estaban ayudados en su homicida tarea por dos guardias municipales y otras personas adictas al alcalde, si éste no se hubiera interpuesto varias veces entre la víctima y los asesinos.
Según ha declarado el Sr. Ganlludo, después de este brutal atentado, se encontró sin saber cómo en la calle, donde le aguardaba una nueva agresión.
En efecto, a los pocos pasos se vio detenido por un sereno, el que continuando la serie de hazañas que se habías llevado a cabo en el domicilio del alcalde, arremetió al oficial sable en mano causándole unas cuantas heridas en la cabeza.
Aquella calle fue para el desdichado oficial otra calle de la Amargura, pues malherido como estaba y arrojando sangre por todas partes, no encontró una sola persona caritativa que condoliéndose de su suerte le recibiera en su casa y procurara calmar sus sufrimientos.
Al fin, enterado el cabo comandante del Cuerpo de lo ocurrido, pudo hallar al oficial en la citada calle, donde dispuso que fuera trasladado a su casa.
Allí fue curado por el médico Sr. Marrón, quien manifestó que las heridas que tenía eran todas ellas de gravedad.
El capitán de la Guardia Civil de Lucena se personó en el lugar del crimen comenzando a instruir la correspondiente sumaria y deteniendo a los principales agresores Luis Martín Linde y Manuel Velasco Luque, hermano y cuñado del alcalde respectivamente.
Además han sido presos el sereno José Pedrosa Sánchez y los guardias municipales Antonio Pedrosa Parra y José Pacheco Linares.
El juez de instrucción de la villa de Rute quiso hacerse cargo de los detenidos, pero hasta la fecha el sumario se sigue por los tribunales militares, habiendo salido con dicho objeto para Benamejí el primer jefe, D. Manuel María Kaggen, acompañado del capitán del mismo instituto, jefe del destacamento del Carpio, D. Adolfo Morales, que actúa como fiscal en esta causa.
Las últimas noticias relativas al estado de la salud del infortunado alférez Sr. Ganlludo, son algo más tranquilizadoras, y aunque no ha desaparecido la gravedad, todo hace presumir que acaso puedan los facultativos formar un pronóstico más favorable.
El “Diario de Córdoba” aporta pocos datos nuevos a los ya indicados por “La Iberia”, a saber, que las desavenencias fueron originadas por el establecimiento en la feria de un puesto de rifa; y que al escapar de la casa del alcalde, el alférez fue perseguido haciéndole nuevos dispararon que al parecer, no encontraron el objetivo que buscaban.
La última noticia de interés que hace referencia a los hechos viene igualmente recogida en “La Iberia” del 20 de julio donde se informa que, aunque parezca increíble, el oficial de la Guardia civil “se halla completamente restablecido de sus heridas”.