¿Cómo eran los empedrados de los portales de Benamejí?

JUAN MANUEL MORALES. Empedrar los suelos es una de las formas más antiguas de “domesticar el terreno”; solía hacerse con cantos rodados de los ríos; en el caso de Benamejí, de los cercanos ríos Genil y del afluente de éste, el cercano y evocador río Anzur. Cuando a la parte funcional se añade cierta pretensión decorativa recuerda un poco a la forma de pavimentar los suelos con mosaicos, de modo que pareciera que nunca dejamos del todo de ser romanos de la Bética.

El caso más elaborado de empedrados de chinas de la zona por mí conocido es el de los portales de Benamejí, y el motivo más elevado el jarrón de azucenas. Sabemos que hubo en la población numerosos ejemplos. Nos llega uno de ellos por el testimonio de Carmela Pedrosa, quien me ha hecho una descripción completa del diseño de chinas de un portal de una casa grande de la calle de El Pilar de Benamejí, que contenía portón de diseño local además. El motivo del jarrón con azucenas se asienta en Andalucía en el periodo Barroco, con pintores como Murillo, pero forma parte de las escenas del saludo del Arcángel a María desde el arte Gótico, como un jarrón donde el ser alado ha dejado las flores que porta a la llegada. Es así un regalo y símbolo amable, bello y natural de buena nueva, de saludo en definitiva, y de recibimiento, bienvenida y acogida al ocupar el lugar de entrada de las casas; más aún si se hace obligado pasar por él.

El empedrado se hacía con chinas escogidas del río, de pequeño tamaño, y de dos colores: unas más oscuras, para el jarrón central con las flores y para las cenefas decorativas a los lados, y unas más claras, para el fondo; todo se unía con una argamasa blanquecina de cal, arena y agua. No obstante, el motivo del jarrón no es exclusivo de los suelos, está en Benamejí incluso en uno de los famosos portones, en una de las casas en esquina del Paseo.
Sepamos que la cercana Antequera muestra el símbolo del jarrón en su bandera y que la icónica giralda que remató Hernán Ruiz El Jóven, poco después de hacer el puente renacentista de Benamejí, porta espectaculares jarrones de azucenas de hierro.

Es curioso por otro lado cómo el jarrón simbólico, como sabemos ahora, se unió en los portales de Benamejí al también escudo simbólico del Carmelo del convento, en los portones; de símbolo religioso y de protección pasó éste a ser emblema decorativo primero y cultural hoy.

En muchas ocasiones el trabajo de chinas se combinaba con losas de barro de El Tejar. Esas losas, en el siglo XIX, con las mayores facilidades para su producción, fueron sustituyendo a las chinas, reduciendo al principio el espacio del empedrado, y quedando reducido finalmente a un paso central, puramente funcional, por ser las piedras muy resistentes, para el paso de los animales de carga a través de la casa hacia las cuadras, al fondo de la misma. Con la paulatina desaparición de los animales en los hogares, las chinas desaparecieron, siendo sustituidas por losas hidráulicas decorativas.
En Lucena tengo documentado el que creo que es su último portal empedrado, en la calle El Peso que, como otras tantas casas que he conocido, está punto de desaparecer. Pobre Subbética…

Benamejí no conserva ni uno solo de los portales originales de chinas decorativas, al menos a la vista -al final puntualizaremos esto…-, En ese sentido conozcamos el caso de un lugar donde existieron y existen aún empedrados similares. Se trata de la sierra de Huelva, en el parque natural de la Sierra de Aracena y Los Picos de Aroche, que aunque lejano, sus empedrados enlazan con la misma idea de la sofisticación de un espacio funcional. Allí se les conoce también como “llanos”, y se trata de empedrados a las entradas de las casas, en el exterior, que nacieron para allanar el terreno de acceso, en las calles con pendientes, para facilitar además la estancia en la puerta. El trabajo de empiedro se fue sofisticando dando paso a diferentes motivos geométricos que han llegado a nuestros días, gozando incluso de consideración y protección por las entidades locales y autonómicas de Andalucía.

Pero ha habido algo que me ha hecho elevar a noticia ahora los empedrados: el descubrimiento del empedrado del Pozo de la Venta, que ha seguido a la reciente recuperación del mismo. Bromeaba el bueno de Manuel Arjona Morente con su hijo, al que con humor le dijo que las piedras estaban debajo pero que de haber intuido el trabajo que le estaba dando descubrirlas, se lo hubiera callado. Pues sí, allí estaba el empedrado original, anterior al pozo actual. Su descubrimiento me ha hecho también escuchar algunos nombres perdidos ligados a los empedrados, como los llamados “ríos”, que son las hileras de piedras que partían los paños de empedrado, y que servían a su vez para el desagüe de los mismos. Muestra también su empedrado original el pozo del cortijo de El Campillo, de la cercana Palenciana. Pensemos que todos los cortijos tenían sus patios y sus entradas empedradas. También eran empedradas las eras, donde se aventaba el grano; de hecho a una de las de Benamejí se la llamó así, la “Era Empedrá”, nombre que debiera conservarse para la zona hoy. Se mantienen aún las piedras con sus hileras de la Era de Torres, en la Venta, y las piedras de la era del Camino del Pozuelo, que parece que esté pidiendo su protección y que se haga un espacio cultural y de disfrute en ella, para así ser conservada, con sus hermosas vistas al cerro de Jesús del Alto.

Las calles eran empedradas, claro. La última que ha permanecido empedrada en Benamejí, ha sido la calle San Rafael, en el “Barrio de Luna”. Lo más interesante además es que en ella continúa empedrada una de las casas de mayor interés para la cultura de este lugar, una de las viviendas de la “colonización” de Diego de Bernuy, que diseñó además Hernán Ruiz II, en el siglo XVI. Ni que decirse tiene que espera salvarse del olvido, claro… Como también lo espera la interesante “Casa Grande de la calle de El Sol”, en lo que nos atañe ahora, por su bellísimo patio empedrado además, con pilones de piedra originales, arcadas y vistas de la torre. Pero no solo las piedras se veían en los lugares de labor, o más populares, también en los espacios más refinados: el patio del Palacio de Benamejí fue empedrado, claro, con un diseño además muy original, concéntrico, con las hileras dispuestas todas hacia el centro, para dirigir las aguas a los aljibes.

También estuvo empedrada esa joya por descubrir que es La Silera. En la intervención de los arqueólogos para salvarla del trazado de la autovía y declararla Bien de Interés Cultural, se descubrieron sus suelos originales empedrados.
En cualquier caso, ningún pavimento de piedras de los contornos debió superar en belleza y ejecución a los portales empedrados de Benamejí, “portales de chinas” que incluían además sus verdes en las paredes, sus pinturas decorativas en los techos y, por supuesto, sus portones…

En la actualidad una casa nueva de la calle Aguilar ha incorporado las chinas a su portal, con portón original recuperado además, de la inolvidable creadora Rosario Nieto; el restaurante Puerta del Convento muestra con acierto en su entrada un portal de chinas, que reproduce además el símbolo del Carmelo; y el diseño del nuevo pavimento de la plaza de El Pilar incorpora empedrado.

Me comentaba un amigo como apunte a mi reflexión que los empedrados nunca se quitaron, que “están debajo”; quién sabe si las casas grandes que aún quedan, como la de “La Jueza” y la de Gerónimo Ariza de calle Aguilar, conservan aún sus empedrados en los portales, bajo la solería actual. Me cuenta además Lola Crespo que el empedrado de la casa de su tía, la famosa “Jueza” era de dibujos de espigas; qué bonito suena…

Hoy que todo resulta tan efímero me sorprenden los empedrados de los portales, como algo que se hiciera con la solidez de la piedra, para permanecer, pero con la delicadeza y la pausa del río que pule durante siglos y siglos las chinas… Los empedrados de los portales de Benamejí son, en definitiva y una vez más, más de lo que parecen ser, y sobre todo la lección necesaria de entendimiento entre lo cultural y lo natural.

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